Nuevamente les tengo que hacer una advertencia a todos mis queridos ciberlectores: sí ustedes son del tipo de personas que se consideran muy susceptibles para leer o escuchar sobre ciertos temas –como el título de mi entrada- o acaban de ingerir sus sagrados alimentos jaja mejor absténganse de leer ésta entrada.
Éste texto se encuentra publicado en una sección llamada Navegaciones, del periódico La Jornada del jueves 3 de Abril del presente año y está escrito por Pedro Miguel; me pareció indicado publicarlo porque generalmente no solemos abordar éste tipo de temas tan abiertamente entre nosotros; y sin lugar a dudas refleja nada más que la puritita verdad.
La modernidad es paradójica: abomina de la caca y de todo lo relacionado con ella, pero en la historia de la humanidad no ha habido proyecto civilizatorio más benévolo que el nuestro para con las necesidades finales del vientre. Vean, si no, la invención del papel higiénico, su perfeccionamiento hasta grados conmovedores de acolchonamiento, suavidad y resistencia, junto con éstos, la fabricación de plantas para el tratamiento de aguas negras, los extractores domésticos de olores, los aerosoles perfumados que empiezan a volverse parte indispensable de los sanitarios en casa.
Nuestra cultura nos ha acostumbrado a mirar hacia el pasado con horror y a evocar la amarga vida de quienes tenían que cagar al aire libre, entre un hervidero de hormigas, o bien en letrinas secas y entre el zumbido de moscas. Pero hasta hace no muchos años, el periódico cortado en trozos era sucedáneo modesto del papel higiénico; las personas se quejaban por la consistencia y por la textura poco absorbente, pero nunca escuché a nadie protestar por haberse embarrado de tinta lo que se limpiaba de otra cosa. Peor habrá sido la esponja remojada en agua salada, de uso colectivo, que se empleaba en Roma.
El problema es que, mientras más comodinos y apapachados a la hora de dar rienda suelta a la tripa, más fóbicos nos volvemos, y más pánico nos causa entrar en contacto –visual, olfativo, táctil y sonoro- con la hija de nuestras entrañas una vez que es expulsada de ellas. Y es que, en el fondo, todos los artilugios construidos para cagar están concebidos para borrar de la faz de la tierra, a la brevedad, el resultado de la acción y sus diversas manifestaciones; para desentendernos y poner, entre ellos y nosotros, barreras infranqueables de tiempo, distancia, tierra, agua, suaves aromas de durazno y sustancias químicas purificadoras.
Hasta en el lenguaje preferimos alejarnos de los excrementos: se considera inadmisible el anuncio” voy a cagar” y aún el culterano “voy a defecar”; parece grosero incluso mencionar por su nombre al mueble (retrete, letrina, inodoro, excusado) y recurrimos al eufemismo equívoco “voy al baño”, como si fuéramos a regresar duchados; últimamente he oído por ahí evasiones verbales y ñoñismos insoportables, como el afectado “tocador” (¿pues qué vas a tocar?), el tecnocrático ”servicios”, el aristocratizante “trono” o la lesa tradición idiomática “WC”.
El sueño de la razón higiénica se viene abajo en forma estrepitosa cuando hay que recolectar una muestra para exámenes de laboratorio. Entrenados para no contaminarnos nunca con excremento, esta circunstancia pone de cabeza a nuestro orden cotidiano, porque entonces es la que debe ser preservada de la menor contaminación; le llega el turno de ser colectada, en un mundo diseñado más bien para desecharla; ahora es la estrella, la protagonista y la dueña de la palabra y del saber, en tanto que nosotros debemos conformarnos con ser sus choferes: la llevamos con todo cuidado, en coche o en autobús.
La proliferación de laptops y de conexiones inalámbricas de banda ancha permite prever que, en un futuro próximo, la computadora portátil rivalizará con el libro, la revista y el periódico como compañía socorrida en el inodoro.
De estos asuntos se puede escribir un libro y hasta una enciclopedia. Pero para leer en una ssión de inodoro, lo aquí expuesto basta.
“No vayas al retrete si te estás cayendo de sueño, ni te metas en la cama si no aguantas más las ganas de cagar. En el primer caso, te quedarás cagando y en el segundo, te cagarías durmiendo”.
1 comentario:
Jjajajaja bueno yo no soy tan asquerosa para eso de las cagaderas, en realidad me da más asco el vomito.
Tu entrada me hizo recordar a Arale picando a los señores mojones con una ramita...ah era tan divertido y tierno a la vez.
Yo estoy más familiarizada con las popos de Frijol que con las mías jajaja.
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