Me gustaría relatar un cuento que me parece muy ilustrativo de la vida de muchas personas en la actualidad. El autor es un humanista argentino que se llama Jorge Bukae, ojalá ya lo hayan leído alguna vez.
Esta es la historia de un forastero que iba de pueblo en pueblo conociendo las tradiciones locales, llevando consigo una pequeña maleta, un termo y mucha curiosidad. En una ocasión llegó a un pueblo, donde lo primero que asomaba a la vista sobre dicho asentamiento era un pequeño cementerio. Animado por su curiosidad el forastero entro al camposanto y comenzó a leer las lápidas una por una de los que ahí descansaban, se encontraba tan intrigado que no se percató que el cuidador del lugar estaba mirándole de lejos; mientras tanto el hombre se comenzaba a dar cuenta de una terrible realidad, cuando tras revisar un par hileras completas de tumbas leía lo siguiente: José Rodríguez 2 años, 28 días, la siguiente decía: María Reyes 4 años, 21 días, y la que estaba junto a ésta decía algo así: Ricardo Gutiérrez 3 años, 12 días. Desconcentrado y algo asustado el trotamundos siguió revisando un par de lápidas más que tenían escrito: Luis Rosas 6 años, 15 días y en otra se encontraba plasmado: Matías Gómez 8 años.
El forastero quería salir de ahí, asustado y totalmente indignado corría hacia la entrada del cementerio cuando se encontró con el cuidador del lugar quien le pregunto ¿qué te sucede? a lo que el hombre respondió ¿Qué clase de gente vive aquí? ¿Por qué todos se mueren tan jóvenes?, pregunto en tono alarmado el forastero; tras una pausa el campo santero habló: No, nada de eso, déjeme te explico: En este pueblo se tiene la costumbre de que cuando nace un bebé se le regala una pequeña libreta donde irá contabilizando minuto a minuto aquellos momentos de su vida en los que fue feliz y disfruto con todo su ser ese momento, así que los números que aparecen en la tumba no se refieren a la edad en que falleció la persona, sino la suma total de todos aquellos días y años en los que vivió su vida plenamente y gozó de la dicha de estar vivo.
Esta es la historia de un forastero que iba de pueblo en pueblo conociendo las tradiciones locales, llevando consigo una pequeña maleta, un termo y mucha curiosidad. En una ocasión llegó a un pueblo, donde lo primero que asomaba a la vista sobre dicho asentamiento era un pequeño cementerio. Animado por su curiosidad el forastero entro al camposanto y comenzó a leer las lápidas una por una de los que ahí descansaban, se encontraba tan intrigado que no se percató que el cuidador del lugar estaba mirándole de lejos; mientras tanto el hombre se comenzaba a dar cuenta de una terrible realidad, cuando tras revisar un par hileras completas de tumbas leía lo siguiente: José Rodríguez 2 años, 28 días, la siguiente decía: María Reyes 4 años, 21 días, y la que estaba junto a ésta decía algo así: Ricardo Gutiérrez 3 años, 12 días. Desconcentrado y algo asustado el trotamundos siguió revisando un par de lápidas más que tenían escrito: Luis Rosas 6 años, 15 días y en otra se encontraba plasmado: Matías Gómez 8 años.
El forastero quería salir de ahí, asustado y totalmente indignado corría hacia la entrada del cementerio cuando se encontró con el cuidador del lugar quien le pregunto ¿qué te sucede? a lo que el hombre respondió ¿Qué clase de gente vive aquí? ¿Por qué todos se mueren tan jóvenes?, pregunto en tono alarmado el forastero; tras una pausa el campo santero habló: No, nada de eso, déjeme te explico: En este pueblo se tiene la costumbre de que cuando nace un bebé se le regala una pequeña libreta donde irá contabilizando minuto a minuto aquellos momentos de su vida en los que fue feliz y disfruto con todo su ser ese momento, así que los números que aparecen en la tumba no se refieren a la edad en que falleció la persona, sino la suma total de todos aquellos días y años en los que vivió su vida plenamente y gozó de la dicha de estar vivo.
En lo personal este cuento me gusta mucho, porque de manera simple relata una realidad que acontece día a día con muchas personas que volvemos rutinario nuestro diario quehacer y damos por hecho que el día de mañana estaremos aún con vida.
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